Las dos primeras líneas me las dictaron, en un clase en la universidad, lo que continua es el fruto de una carrera en taxi.
Caminando por la avenida Tomas Marsano, me encontré con un señor que parecía señora, lo miré fijamente a los ojos, los cuales transmitían ira y cólera, presioné los puños, me armé de valor y le pregunté si tenía algún problema, me respondió con un profundo silencio, se sonrió y me invito a acompañarlo.
Esa noche estaba devastado, que más me podía pasar, no me negaba a nada, fruncí el ceño y después de dudarlo por un momento, emprendimos el recorrido.
El lugar parecía un pedazo de infierno, precarias luces psicodélicas restaban lo poco de visibilidad que había, lo seguí paso a paso entre los cuerpos sudorosos que se balanceaban al compás de un estrepitoso ritmo ochentero, no intercambiamos una sola palabra.
Confundido por lo que estaba pasando recorrí con la vista las cuatro ruinosas paredes de la habitación a donde habíamos llegado, teniendo como mudos testigos un sofá, un gran espejo y una mesa de centro que sostenía una jarra con sangría que supongo era la cortesía de la casa.
Papi, te veo un poquito tenso, no estarás nervioso, no?; Su voz, aunque fingida, no lograba su objetivo, percibía lo grave de sus tonos en las vocales y las últimas sílabas.
-No, estoy bien, muy bien-
-Ah, pensé que no te gustaba-
-No, nada que ver- la verdad es que me inundaba el miedo, mi acompañante parecía abandonar el semblante con el que me sorprendió en la calle. Cuéntame, a qué te dedicas? me preguntó, soy reportero y estudio en la San Martín, no era obvio? seguro no soy en primer estudiante que espera en esa tristemente célebre avenida.
-Y qué edad tienes?-
-Cuánto me pones?- respondí como autómata.
-Uhm, 22 o 23- respondió coqueteando con los dedos.
-No, tengo 18 años - como lo hacen todos, se sorprendió.
-Oh, 18 añitos, eres un bebe todavía-
-Si tu lo dices…-
Sin abandonar su rictus de ternura, me sirvió un vaso con sangría, para que entres en calor me susurraba, yo acepté, para no desairarlo, y volvió con el cuestionario.
-Y, tienes enamorada?-
-Que curiosa tu pregunta-
-Yo soy así queridito- mientras toma un sorbo de su vaso y no me quita la vista, yo hago lo mismo y le respondo.
-Bueno, estoy enamorado, si. Ella es linda, pero parece que mi existencia le fuera indiferente, hago de todo para llamar su atención, eso sí, nunca dejo de ser yo mismo. A las mujeres siempre les gustan los más juergueros, los mujeriegos, las atraen los imbéciles-
-Pobrecito, a todos nos pasa, pero eres joven y simpático-
-Tu crees?-
-Claro, no te desanimes, seguro ella también siente lo mismo y está esperando que tu te mandes, no la pienses tanto.-
-Oye, no me has dicho tu nombre-
-Dime, Lucy, y cómo te llamas tu?-
-Renzo…Renzo Santana- Después de escuchar mi nombre todo cambió en la conversación, no era el mismo trato, dejó el vaso sobre la mesa, dejo de sonreír, parecía incómodo, se le empañaron los ojos y se tapó el rostro con las manos para que no lo viera llorar.
Para no hacer mas tenso el momento decidí romper el silencio, oye Lucy, discúlpame si dije algo malo, mejor ya me voy, cuando me incorporaba y caminaba hacia la puerta su voz me detuvo, este vez era otra persona la que me hablaba. Renzo… no te vayas, era su verdadera voz, que sin ánimo de ser sarcástico me parecía cálida y familiar, lo miré fijamente a los ojos y le sonreí, él no perdía su congojo y se sacó la peluca, se retiraba con un trozo de papel higiénico el maquillaje que cubría su rostro, se sacaba los tacos mientras se acercaba lentamente hacia mi, me abrazó contra su pecho, se aferro de mi espalda y con una voz entrañable me dijo:
-Hola Renzo, cómo te va?. Cómo está tu mamá, tu hermanita, seguro tu mamá nunca te contó de mí, seguro te dijo que había muerto, pero no es verdad, en realidad yo nunca quise abandonarlos, pero tu mamá no quería que viva con ustedes cuando se enteró que soy un maricón, ya sé que estás confundido, yo también lo estoy. Perdóname, no quería que me conozcas de esta manera… hijo.-
-No tengo nada que perdonarte, siempre supe que vives de este lugar, cuando me miraste con cólera mientras caminaba por la Marsano pensé que me habías reconocido, yo también quería verte, quería saber si era verdad, ahora estoy satisfecho, tendrás que buscarte otro lugar, mañana hay una batida policial, los de la universidad se han quejado…bueno, he cumplido con mi investigación, el fin de semana sale este reportaje, espero puedas verlo.
lunes, 16 de junio de 2008
sábado, 7 de junio de 2008
Esta noche lleva nombre de tristeza.
Esta nota la encontré una mañana que dejé la compu prendida, había regresado de una reunión y seguro la escribí hasta quedarme dormido, al despertar no le hice mucho caso. . . pero horas después, al leerla, decidí no cambiar nada, aunque quisiera.
Esta noche, que no concilio el sueño, que no dejo que pensar y me siento mas cansado que nunca.
Horas antes, estaba muy bien acompañado, riendo, cantando. . . celebrando, no sé exactamente que...
Pero esta noche es peculiar, fue el comienzo de grandes amistades, de verdades disfrazadas y dichas directa e indirectamente.
Si, aún estoy mareado… pero lo recuerdo todo.
Si, aún estoy cansado… pero me resisto a la idea de dormir y olvidar, es por eso que escribo…no de forma clara, pero escribo, de forma encriptada, para que cuando lea esta nota no sienta lo mismo, para que me parezca extraña y para quien la lea inentendible.
Pero también escribo por otra razón, la razón por la que es tan triste esta noche. . .
Es por una ilusión que poco a poco se va convirtiendo en su peor arista… la frustración.
Esta noche toma la mano de una mujer. . . y cuando tiene que soltarla, proyecta en el cielo imágenes desgarradoras.
Esta noche, yo también sostuve en mis manos, la mano de una mujer, y cuando tenia que soltarla era como arrancar un niño del seno de su madre, como arrancarle las alas a las mariposas, como negarle al hombre la felicidad.
Tengo un cigarrillo entre los dedos, veo como se consume solo e incólume mientras el promiscuo humo baila al compás del viento.
Esta noche veo en el cielo su nombre, y si no fuera por ella, dejaría de ser un nombre que simbolice mi profunda tristeza.
Esta noche, que no concilio el sueño, que no dejo que pensar y me siento mas cansado que nunca.
Horas antes, estaba muy bien acompañado, riendo, cantando. . . celebrando, no sé exactamente que...
Pero esta noche es peculiar, fue el comienzo de grandes amistades, de verdades disfrazadas y dichas directa e indirectamente.
Si, aún estoy mareado… pero lo recuerdo todo.
Si, aún estoy cansado… pero me resisto a la idea de dormir y olvidar, es por eso que escribo…no de forma clara, pero escribo, de forma encriptada, para que cuando lea esta nota no sienta lo mismo, para que me parezca extraña y para quien la lea inentendible.
Pero también escribo por otra razón, la razón por la que es tan triste esta noche. . .
Es por una ilusión que poco a poco se va convirtiendo en su peor arista… la frustración.
Esta noche toma la mano de una mujer. . . y cuando tiene que soltarla, proyecta en el cielo imágenes desgarradoras.
Esta noche, yo también sostuve en mis manos, la mano de una mujer, y cuando tenia que soltarla era como arrancar un niño del seno de su madre, como arrancarle las alas a las mariposas, como negarle al hombre la felicidad.
Tengo un cigarrillo entre los dedos, veo como se consume solo e incólume mientras el promiscuo humo baila al compás del viento.
Esta noche veo en el cielo su nombre, y si no fuera por ella, dejaría de ser un nombre que simbolice mi profunda tristeza.
viernes, 2 de mayo de 2008
TRI-CICLO PERU
Deambulando por las calles miraflorinas, que se atolondran por la próxima visita de grandes personalidades, voy en busca de entretenimiento cultural, poco antes de entrar a una conocida sala de teatro decido cambiar de opción y rechazar la invitación de Cattone para ver Monólogos de la vagina.
Es así como me dirijo, muy bien acompañado, hacia un bus que hace lerda su espera…(ojalá valga la pena, el cambiar las últimas butacas del teatro Marsano, donde está mas oscuro y donde nadie nos ve, por un transporte público que reprime mis calenturientos pensamientos).
Después de ser parte de una improvisada columna, donde abundan las señoras, seguramente exiliadas de la hora del té, y que me sonríen como colegialas alborotadas, me impaciento cada vez más. Una niña me toma del brazo y me dice joven, cómprele algo a su enamorada y yo, como autómata, respondo no es mi enamorada…aún. Cosa que mi acompañante enfatiza con una graciosa sonrisa.
El sonido estridente de algún hit rockero de los 80´s, interrumpe el sublime momento, y un curioso habitante del cono norte de la ciudad nos da la bienvenida, es Oscar, el cobrador y anfitrión de esta inusual puesta teatral, que rompe los esquemas de las tablas para trasladarnos a las ruedas, una vez dentro suben cada cierto tiempo los actores, que encarnan fielmente el comportamiento y costumbres mal adheridas de nuestra cultura: pop – cumbia –criolla.
Absalon Salón, un estilista que sueña dejar la peluquería en los Olivos y tener un spa en San Isidro, homosexual por cierto.
Choclita, aproximadamente 23 años, una desubicada que habla con el alta voz del Nextel, para que todos en el bus se percaten que su enamorado es un machista compulsivo.
La turista, italiana que quiere llegar a Monte-rico y buscar al Hombre-Perú de su vida.
Priscila, aspirante a convertirse en la nueva reina del medio día, por no decir Tula R.
Choclito: Típico criollo peruano, modelo de hombre machista y abusivo que pululan en nuestra capital.
Perturbado por las crudas coincidencias que intercambiaban los actores, no dejo de reír.
En algún momento empiezo a dudar que los quijotes de la actuación tengan un guión establecido, puedo ver en sus rictus, cuando no tienen parlamento (cuando se desconectan, como robots), que disfrutan lo que hacen y que su naturalidad es el fruto de 2 años de arduo trabajo.
La verdad es que a los espectadores, pasajeros del bus, no nos interesa el lugar por donde nos llevan, o mejor dicho: el recorrido. Estamos más entretenidos en la masacre a lengua limpia que adentro se vive.
Miro las manecillas de mi reloj y sé que faltan unos minutos para culminar "el recorrido". Nos detenemos en una luz roja y Absalon Salon se coloca una gorra y se quita lentamente el maquillaje, ya está llegando a su destino, y su padre no puede verlo como realmente es.
Todos los personajes recitan la parte cruda de sus vidas, esas que ocultamos por el que dirán y por amor propio.
La obra o flash back urbano (como yo lo denomino), llega a su fin y una canción de los Mojarras nos acompaña por las últimas cuadras, hacia el ovalo Gutiérrez.
Frunzo el ceño y recorro detenidamente los rostros, comprendo que todos hemos aprendido algo, ensayo una ligera sonrisa y reconozco haberme visto reflejado en cada uno de ellos.
El bus, de nuevo vacío, se aleja y se pierde, es muy tarde, hace frío y tenemos que irnos.
El momento ha sido grato, estamos "satisfechos", una vez en su hogar me despido de mi acompañante, como un caballero (modestia aparte), y me retiro mientras tarareo una de las estrofas de Triciclo Perú, ya en el paradero y dispuesto a pagar lo que sea para regresar a descansar, un Tico amarillo se cuadra delante mío, me acerco a la ventana y el chofer, entrado en años, me mira sonriente y se recuesta sobre su derecha, baja el volumen de su equipo y lanza el desafío habla Perú…vas?.
Es así como me dirijo, muy bien acompañado, hacia un bus que hace lerda su espera…(ojalá valga la pena, el cambiar las últimas butacas del teatro Marsano, donde está mas oscuro y donde nadie nos ve, por un transporte público que reprime mis calenturientos pensamientos).
Después de ser parte de una improvisada columna, donde abundan las señoras, seguramente exiliadas de la hora del té, y que me sonríen como colegialas alborotadas, me impaciento cada vez más. Una niña me toma del brazo y me dice joven, cómprele algo a su enamorada y yo, como autómata, respondo no es mi enamorada…aún. Cosa que mi acompañante enfatiza con una graciosa sonrisa.
El sonido estridente de algún hit rockero de los 80´s, interrumpe el sublime momento, y un curioso habitante del cono norte de la ciudad nos da la bienvenida, es Oscar, el cobrador y anfitrión de esta inusual puesta teatral, que rompe los esquemas de las tablas para trasladarnos a las ruedas, una vez dentro suben cada cierto tiempo los actores, que encarnan fielmente el comportamiento y costumbres mal adheridas de nuestra cultura: pop – cumbia –criolla.
Absalon Salón, un estilista que sueña dejar la peluquería en los Olivos y tener un spa en San Isidro, homosexual por cierto.
Choclita, aproximadamente 23 años, una desubicada que habla con el alta voz del Nextel, para que todos en el bus se percaten que su enamorado es un machista compulsivo.
La turista, italiana que quiere llegar a Monte-rico y buscar al Hombre-Perú de su vida.
Priscila, aspirante a convertirse en la nueva reina del medio día, por no decir Tula R.
Choclito: Típico criollo peruano, modelo de hombre machista y abusivo que pululan en nuestra capital.
Perturbado por las crudas coincidencias que intercambiaban los actores, no dejo de reír.
En algún momento empiezo a dudar que los quijotes de la actuación tengan un guión establecido, puedo ver en sus rictus, cuando no tienen parlamento (cuando se desconectan, como robots), que disfrutan lo que hacen y que su naturalidad es el fruto de 2 años de arduo trabajo.
La verdad es que a los espectadores, pasajeros del bus, no nos interesa el lugar por donde nos llevan, o mejor dicho: el recorrido. Estamos más entretenidos en la masacre a lengua limpia que adentro se vive.
Miro las manecillas de mi reloj y sé que faltan unos minutos para culminar "el recorrido". Nos detenemos en una luz roja y Absalon Salon se coloca una gorra y se quita lentamente el maquillaje, ya está llegando a su destino, y su padre no puede verlo como realmente es.
Todos los personajes recitan la parte cruda de sus vidas, esas que ocultamos por el que dirán y por amor propio.
La obra o flash back urbano (como yo lo denomino), llega a su fin y una canción de los Mojarras nos acompaña por las últimas cuadras, hacia el ovalo Gutiérrez.
Frunzo el ceño y recorro detenidamente los rostros, comprendo que todos hemos aprendido algo, ensayo una ligera sonrisa y reconozco haberme visto reflejado en cada uno de ellos.
El bus, de nuevo vacío, se aleja y se pierde, es muy tarde, hace frío y tenemos que irnos.
El momento ha sido grato, estamos "satisfechos", una vez en su hogar me despido de mi acompañante, como un caballero (modestia aparte), y me retiro mientras tarareo una de las estrofas de Triciclo Perú, ya en el paradero y dispuesto a pagar lo que sea para regresar a descansar, un Tico amarillo se cuadra delante mío, me acerco a la ventana y el chofer, entrado en años, me mira sonriente y se recuesta sobre su derecha, baja el volumen de su equipo y lanza el desafío habla Perú…vas?.
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